¿ERES AUTISTA? ¡NO SE TE NOTA NADA!

Cada día los psicólogos nos enfrentamos a nuevos retos que nos hacen disfrutar y aprender de cada paciente, cada sesión y cada trastorno. Por ejemplo, en el caso del Trastorno de Espectro Autista (TEA), he de decir que, tanto a mis compañeras como a mí, nos resulta muy atractivo y son las terapias en las que nos encanta intervenir por ser un trastorno con síntomas tan diversos y variables.

De los creadores de: “¡Anda! ¿Eres autista? Pues no se te nota nada” y “Tengo una amiga que es autista y no te pareces en nada”, llega: “Aquí en el colegio es totalmente normal” o “Desde mi punto de vista médico es que tienes base ansiógena y obsesiva”.

Es cierto que, hoy en día cuando pensamos en una persona con autismo, nos imaginamos síntomas como mutismo, falta de contacto ocular, dificultad en las relaciones sociales o ausencia de estas, falta de conexión con el entorno y un sinfín de síntomas que la sociedad y los medios de comunicación nos han ido enseñando a lo largo de los años.

Sin embargo, a la hora de realizar un diagnóstico certero, tenemos que tener en cuenta otras muchas variables en aparte de estos síntomas. En primer lugar, debemos ser conscientes que el espectro en el que nos movemos es inmenso (TEA:Trastorno del Espectro Autista) y que la cantidad de síntomas que lo componen varían de unas personas a otras. Por otra parte, existen otros factores que hacen que el diagnóstico diferencial también se complique, por ejemplo: el entorno, la edad y el sexo. Este último condiciona de tal manera el diagnóstico que, en ocasiones, se puede llegar a vivir con grandes dificultades y sin éxito en las diferentes terapias por no llegar a ser conscientes de que éstas tenían una causa de base.

Normalmente, el diagnóstico de TEA en varones cuando nos centramos en los datos nos indican un porcentaje de diagnóstico mayor que en mujeres, ya que los síntomas que observamos en los centros escolares o en la etapa adulta son más visibles que las conductas camufladas de las mujeres, no obstante, el diagnóstico en mujeres además, también se dificulta debido a que la mayoría de ellas realizan esfuerzos, en algunos casos inconscientes, por camuflar conductas típicas del trastorno, esfuerzos que las llevan a sentir de manera continuada síntomas depresivos y ansiosos bastante intensos. Soy consciente que, con estas líneas, paso de puntillas por el mundo TEA para poder explicar la complejidad del diagnóstico, por eso, quería contar uno de nuestros casos reales para dar visibilidad al diagnóstico en mujeres adultas.

I.C. de 24 años de edad llegó hace un año a nuestro centro preocupada por no entender a que se debía lo que estaba sintiendo. I.C. nos explicó que, continuamente sentía ganas de llorar cuando no sabía explicar lo que sentía o cuando otras personas expresaban sus puntos de vista y ella era incapaz de entenderlos. Además, se sentía diferente con respecto a personas de su edad, por ejemplo, en ocasiones le apetecían planes más tranquilos o rodearse de su familia, de su grupo de “amigos de toda la vida” o personas conocidas frente a planes en los que tuviera que rodearse de personas desconocidas o con mucha cantidad de gente. Este hecho también era debido a la literalidad de sus expresiones y de su entendimiento, llegando a provocar, de manera inconsciente, discusiones o malentendidos, por los cuales se sentía muy triste y culpable cuando alguien le rebatía.  Otros de los síntomas que más malestar generaban en I.C. era la poca tolerancia que le generaban los cambios de rutina y la evaluación de su círculo cercano, ya fuera positiva o negativa. Este último echo le resultaba tan desagradable que llegaba a sufrir somatizaciones cutáneas hasta tal punto que, en parte de su pecho, cuello y cara, se generaban eccemas.

Como vemos, I.C., no se caracterizaba por lo que generalmente se conoce en la sociedad como “persona autista”, pero llevaba toda una vida conviviendo con el sentimiento de ser diferente sin entender por qué y acumulando agotamiento, ansiedad, tristeza y frustración tras intentos fallidos de imitar y crear comportamientos o conductas “socialmente adecuadas”.

En estos casos, es realmente importante acudir a terapia para aprender a controlar la ansiedad y la frustración que todo lo anterior genera y para poder mejorar la autoestima e inseguridades de las personas que lo padecen.

Todavía existen muchos profesionales de otras áreas que trabajan en conjunto con los psicólogos (médicos, psiquiatras, neurólogos, logopedas, profesores, etc.) que no están actualizados y que, de manera inconsciente, impedirán que muchas personas autistas sean correctamente diagnosticadas.

Desde nuestro Centro Sanitario de Psicología y Logopedia Ana Barrios te animamos a que si te sientes como I.C. o si continuamente recibes diagnósticos fallidos como Fobia Social, Trastornos Depresivos y de Ansiedad, TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), PAS (Personas Altamente Sensibles), etc., contactes con nosotras y empieces a ser esa persona genuina que siempre has sido, pero adaptada, regulada y por supuesto, feliz.